Videgaray como San Pedro

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J. Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

Videgaray como San Pedro

 

Washington – Cuentan las viejas escrituras que San Pedro negó en tres ocasiones, antes de que cantara el gallo al salir el sol, que tenía alguna relación con Jesús de Nazaret; Luis Videgaray, el secretario de Relaciones Exteriores del gobierno de Enrique Peña Nieto, emuló al apóstol al negar en tres ocasiones que tiene aspiraciones presidenciales para los comicios de 2018.

 

“No, no y no”, le respondió Videgaray a este reportero la semana pasada durante una conferencia de prensa en la embajada de México en Washington, a la pregunta sobre si tenía ambición de reemplazar a su jefe que despacha en Los Pinos.

 

San Pedro mintió para salvar su pellejo y luego se arrepintió de la patraña. Como el discípulo más querido del Nazareno, Videgaray, el secretario más influyente en el gabinete de Peña Nieto, puede más adelante ser perdonado por su jefe si llega a recular como lo hizo el también llamado fundador de la iglesia católica.

 

En la guerra, en el amor y en la política todo se vale, así que nadie se extrañe si Videgaray se arrepiente de los tres noes tan rotundos. ¿Quién en México cree y confía en los políticos, especialmente si pertenecen al PRI?

 

Dicen quienes lo conocen que Videgaray es demasiado astuto, tan listo que es el único que manipula abiertamente a Peña Nieto.

 

Al encargado de las relaciones exteriores de México, desde que era titular de las finanzas del país, se le conocía como el vicepresidente, o el verdadero poder detrás de la silla presidencial.

 

El punto central de este artículo no es debatir el poder o la manipulación de Videgaray sobre Peña Nieto, lo último está más que probado. Luego de que el presidente lo corriera por invitar a Los Pinos y darle recibimiento de jefe de Estado, en agosto del año pasado, a Donald Trump, entonces candidato presidencial de Estados Unidos, lo nombró Secretario de Relaciones Exteriores cuando el candidato republicano ganó la Casa Blanca.

 

Cada vez que viaja a Washington, Videgaray maneja las relaciones exteriores y los asuntos de seguridad de México a su antojo. Lo hace en privado y no por medio de los canales adecuados o tradicionales sino en reuniones en la Casa Blanca con Jared Kushner, el yerno de Trump.

 

Es posible que Videgaray al darse cuenta de la impopularidad de Peña Nieto, por los escándalos de corrupción inmobiliarios de su jefe a los cuales el contribuyó con su mansión en Malinalco, entendiera que el PRI, por ahora, se ve como el gallo menos viable para ganar Los Pinos en julio del 2018.

 

Tan colmilludo es Videgaray, que dicen algunos que lo conocen que se mantiene a la espera para ver qué ocurre en la elección del Estado de México. Si gana Alfredo del Mazo Maza, primo de Peña y candidato del PRI, los tres noes que decretó en Washington le serán perdonados por su confesor en Los Pinos.

 

De arrepentidos dicen que está lleno el cielo de los priistas y del ámbito político mexicano. Cambiar de partido, ideología, decisiones y principios es la moda entre los políticos.

 

Videgaray, como San Pedro, con sus tres noes, por lo pronto ya salvó el pellejo. Sin embargo, el vicepresidente sin corona debe estar pendiente de sus colegas en el gabinete. Es posible, en México todo es posible, que de pronto le surja un Judas Iscariote que lo quiera vender por 30 monedas de plata y lo crucifiquen sobre algún cerro de los que embelesan la vista privilegiada que aprecia desde su pequeño jardín del jacal en Malinalco.

 

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