Margensur (13-Julio-15)

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Alejandro Saldaña

Sociólogo. Investigador, profesor Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3

Juanita y el PIB

En días recientes, el Fondo Monetario Internacional recortó el pronóstico de la economía mexicana para 2015 de 3% a 2.4%, y para el próximo año la expectativa pasó de 3.3% a 3%. Si utilizamos estos datos para evaluar al Secretario Ildefonso Guajardo, responsable de la conducción de la economía mexicana, es evidente que el priísta de Nuevo León está reprobado. Y con él su jefe, Peña Nieto. Números rojos que evidencian el fracaso de una “administración” (concedamos el sustantivo, entrecomillado) de funcionarios carentes no sólo de sensibilidad social sino de capacidad técnica, de habilidades de gestión, de olfato político. A fuerza de gel, declaraciones de oropel y grandilocuencia es imposible gobernar una nación. Vamos, ni siquiera se pueden llevar las riendas de una casita blanca.

            Argumentar que los magros números de la economía mexicana se deben a factores externos significa eludir las obligaciones y compromisos de gobierno (¿recuerdan el “te lo firmo y te lo cumplo”?). El problema de la economía nacional no son los Estados Unidos, cuya economía tuvo un ligero frenazo en el primer trimestre del año (pero al parecer está en plena recuperación), sino el andamiaje institucional en que las decisiones en materia de política económica cristalizan, se vehiculan y llegan a nuestros bolsillos y nuestros hogares. Y esa podredumbre institucional es la que explica la devaluación del peso (20% en los años de “gobierno” de Peña Nieto), el crecimiento jíbaro de 2.4% y el brutal incremento de la deuda del sector público: 2 mil millones de pesos diarios (http://www.jornada.unam.mx/2015/02/01/economia/016n1eco).

            A Juanita estos datos no le interesan, no los conoce, nada le dicen. Sin embargo, la política pública en materia económica, social, de justicia, ambiental, la política de Estado en su conjunto debería colocar a Juanita como prioridad, como eje de todas las decisiones y las acciones. Porque Juanita representa el nivel exacto de “desarrollo” de México, más allá del PIB, la balanza comercial, los índices de transparencia, el déficit comercial o cualquier otro indicador. El “avance” del país (cualquier cosa que eso signifique) no se estima en función del volumen de las exportaciones, la estabilidad financiera, la inflación o el crecimiento del PIB, sino a partir del soporte institucional que permite a Juanita trascender las condiciones de vida en que vive.

            Juanita ha heredado siglos de explotación, de exclusión, de discriminación. Juanita es otomí, tseltal, rarámuri, popoluca o mestiza. Vive en Xochicuautla, en Amatenango, Batopilas, en Soteapan o Monterrey. La trayectoria biográfica de Juanita parece inexorable, quizás lo sea, porque es mexicana y su destino está marcado por los estigmas de ser pobre, mujer, indígena, niña (o anciana), discapacitada. Juanita no tiene opciones de vida puesto que las instituciones no la ven, no está en su mira, no significa nada, a menos que pueda sufragar (y eso quién sabe). Las instituciones en México, corroídas, venales, tienen cerradas todas las posibilidades para que Juanita dé un giro a su vida: el patriarcado la acorrala, el racismo la señala, la pobreza la humilla, la intolerancia la sojuzga. La biografía de Juanita está escrita con una sola palabra: exclusión.

            Fincar la política económica en la fluctuación de los indicadores es relevante, desde luego, pero ningún dato, ninguna cifra, ningún porcentaje tiene sentido si no apunta a reconstruir el andamiaje institucional que le permita a Juanita trascender la condición económica, social, biológica, étnica que le ha sido heredada. El PIB puede crecer a ritmos de 8% anual (déjenme soñar) pero eso no significará nada para Juanita, excluida del “desarrollo” y sus indicadores. El problema no está en el “know how” (saber cómo) sino en el “know why” (saber por qué).

            Conocí a Juanita hace unos diez años, en Monterrey. Excepto el origen étnico, Juanita es (no sé si ya murió) mujer, pobre, discapacitada. Juanita me contó que sólo la sacaban de su cuarto cuando iba alguien del gobierno, para que a su mamá le dieran algún “apoyo”. Cuando su madre se enteró que yo no iba de gobierno ni habría “apoyo” alguno, regresó a Juanita a su encierro en un cuarto de un barrio pobre en la pujante y exitosa ciudad de Monterrey. A Juanita el PIB no la saca de su encierro.

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