Urge un oncólogo

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J. Jesús Esquivel
Corresponsal de la revista Proceso en Washington
@JJesusEsquivel

Urge un oncólogo

Washington – Quiero pensar por el bien de mi salud mental que no soy un pesimista consumado ni un reiterativo, como me han criticado algunos por insistir en que México es un batidero de sangre y que muchos medios de comunicación asumieron una posición pasiva frente a la barbarie.

Me niego a aceptar que tantos asesinatos, ejecuciones, desapariciones, secuestros, robos, extorsiones, feminicidios y violaciones se hayan transformado en el común denominador de la vida de nosotros los mexicanos.

Desearía ser optimista y ayudar a promover un país de seguridad, de paz, de libertades y de transparencia. No lo soy porque la realidad me rebasa y no acepto quedarme callado.

Los ejecutados y descuartizados que aparecieron esta semana en Guerrero, desnudaron a un nación desolada y sin leyes. Los criminales siguen intimidando a la sociedad y a las autoridades sin que éstas hagan algo para hacernos pensar que no están del todo derrotadas.

Bajo un estado de anarquía se podría condonar a quienes aplican la ley por su propia mano. El justiciero que apareció en La Marquesa hace unos días no es un llanero solitario. Hay muchos más, pero no han sido objetos del nuevo periodismo sensacionalista, que en lugar de exigirle cuentas al Estado que ha perdido el control del país, se lo pide a la sociedad que condona a un personaje que, cansado de la violencia y la criminalidad, lo arriesga todo por ayudar a un prójimo impotente.

Violencia llama violencia, lo sabemos. Ese fue el error de Felipe Calderón en su “Sexenio de la Muerte”, que con fuego de metralla quiso contener a narcotraficantes y al crimen organizado.

Los mexicanos nos sentimos indefensos ante el maremoto de muertos y de violencia. Los políticos y gobernantes, como no están siendo llamados a rendir cuentas por los medios de comunicación “nacionales y más populares”, se sienten cómodos y no hacen nada.

Recuerdo que en el sexenio de Ernesto Zedillo nació un rumor de que algunos jefes militares sopesaron intervenir para reemplazar a un presidente políticamente débil. Nunca en los medios de comunicación se pudo aclarar si la amenaza de golpe de Estado fue cierta o sólo un calambre provocado en el seno del mismo círculo político del PRI.

En el “Sexenio de la Muerte”, Calderón demostró ser un inútil para contener las masacres que dejaron un saldo de más de 100 mil muertos y que como epidemia heredó a Enrique Peña Nieto.

No me mal interpreten, no estoy pidiendo un Estado Marcial para sustituir a un presidente incapaz. El sistema democrático por encima de todo. Lo que quiero exponer es el conformismo de nosotros mismos ante una monumental crisis de seguridad.

Los crímenes y la violencia no son la única enfermedad. El cuerpo de México está lleno de corrupción, impunidad, violencia, intereses creados, violaciones a los derechos humanos, políticos descarados y personajes que sin méritos quieren llegar a La Grande. Nos urge un oncólogo, alguien que por lo menos intente curar a México de tantos tumores cancerosos.

Claudicar no es opción, tampoco los justicieros solitarios ni los militares audaces y mucho menos quedarnos callados.

Se me enchina la piel de imaginarme en el lugar de los familiares de las víctimas de la reciente barbarie en Guerrero. En el contexto de la incapacidad gubernamental de Peña Nieto, y del cáncer de la corrupción en las agencias policiales y gobiernos de los estados, me resisto al conformismo. Es alarmante que demasiados muertos ya no sensibilicen a nadie. México está cansado y muy enfermo.

Nuestra patria querida requiere con mucha urgencia de un oncólogo. Seamos intolerantes con lo injustificable. Si seguimos así, no me quiero ni siquiera imaginar el futuro de México ni el de sus gobernantes de ahora, que pronto serán los de ayer, pero con mucho en bancos para garantizarse un vida de tranquilidad. Si no lo creen, recapaciten un poco en lo que ahora hacen Calderón o Vicente Fox, sí, aquél que prometió sacar a patadas del gobierno y del sistema a todas las tepocatas, algunas de las cuales se fueron a vivir tranquilamente a San Cristóbal.

Atrás Telesur – Noticiero Edición Central – En Rompeviento TV – 22/11/16
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