Consejos de Sócrates y Mozart para ahuyentar un diálogo de sordos

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Ricardo Bernal

Maestro y doctorante en filosofía moral y política (UAM-I). Profesor de filosofía social y filosofía de la historia (La Salle)

@FPmagonista

Consejos de Sócrates y Mozart para ahuyentar un diálogo de sordos

Cuenta una anécdota famosa que después del exitoso estreno de la ópera de Mozart El rapto en el serrallo, el emperador José II señaló con el tono de suficiencia propio de un personaje de su categoría: “Música espléndida para nuestros oídos, pero para mi gusto tiene demasiadas notas”. Ante semejantes palabras, el compositor austriaco respondió, no sin cierta ironía: “¿En verdad?, es menester que me diga cuántas y cuáles”.

La anécdota no es baladí. Sea verdadera o no, muestra que una crítica sólo puede resultar provechosa si define con cierta claridad el objeto que pretende criticar. Cuando éste no es el caso, cualquier fanfarronería puede pasar por tal sin dejar espacio para ninguna discusión verdadera, al menos no sobre el tema que se desea abordar.

Aunque no lo sabemos de cierto, es muy probable que el desenlace de la conversación no hubiera favorecido a Mozart. De hecho, lo más probable es que, haciendo alarde de una controlada devoción, los allegados al emperador hubieran asentido sus sabias palabras al tiempo que aplaudían su sofisticado ingenio. Sin embargo, a pesar de esta hipotética humillación en el mundillo de los salones de Viena, en el mundo de la música es Mozart quien ha pasado a la historia.

Algo similar nos enseña la historia de la filosofía a través de la figura de Sócrates. Ese personaje incómodo que caminaba por Atenas evidenciando que los supuestos sabios, ensoberbecidos en su fanfarronería, ignoraban aquello que presumían saber. En realidad, el procedimiento de Sócrates era de una pasmosa sencillez: allí donde se enarbolaban las grandes discusiones sobre la belleza, la justicia o la virtud, el griego irrumpía para mostrar que los sabios no tenían claro el objeto de sus aparatosos discursos.

Antes de dar consejos sobre la virtud a los jóvenes, ¿sabes acaso qué es eso a lo que llamas virtud?, acostumbraba a preguntar Sócrates ante el furioso silencio de sus adversarios. Y es que, para tener una discusión más o menos sensata, es preciso saber si en realidad estamos discutiendo sobre lo mismo. El filósofo francés Georges Canguilhem dijo alguna vez que para poder afirmar que un coche va adelante de otro, es preciso saber si se encuentran en el mismo camino.

Pues bien, eso es lo que en las últimas semanas la izquierda mexicana parece no tener del todo claro. Así, lo que habría sido una oportunidad para una discusión amplia y abierta ha terminado por dar paso a un diálogo de sordos.

Por definición, un diálogo supone la aceptación de que el interlocutor, aunque sea en alguna medida, puede tener argumentos razonables capaces de modificar mi posición original. Además, requiere que el objeto sobre el cual se dialoga sea el mismo o al menos semejante. Si no se cumplen ambas condiciones, más que a un diálogo asistimos a una escena del teatro del absurdo muy semejante a la que protagonizan esas delirantes conversaciones entre Lucky y Estragon en Esperando a Godot.

Valdría la pena que, tanto del lado de la izquierda partidista como de la izquierda anticapitalista y la izquierda progresista, definieran el objeto de su discusión y asumieran la posibilidad de que, probablemente, no son sólo ellos quienes poseen toda la razón. La discusión que ha traído consigo el anuncio del CNI y el EZLN, ¿es una discusión sobre quiénes son los legítimos representantes de la izquierda, sobre quienes encarnan el programa más puro, sobre quiénes tienen los seguidores más impolutos o sobre qué estrategia electoral es más plausible y qué agenda es posible construir en las condiciones reales del México actual?        

Cuando la izquierda anticapitalista condena a la izquierda partidista por no ser una izquierda verdadera, ¿en realidad están hablando de lo mismo?, ¿a la izquierda partidista le interesa tener un programa anticapitalista? Y si no es así, ¿sirve de algo que se les acuse de eso? Todavía más, ¿es una verdad incuestionable que la palabra izquierda es un concepto cerrado en cuya “esencia” se encuentra el ser anticapitalista?, ¿acaso la noción de izquierda no es, sobre todo, una metáfora política que se ha usado históricamente de formas distintas y contra enemigos diversos?       

Pero acaso más importante aún, ¿es verdad que cualquier alternativa que no sea anticapitalista le hace el juego al sistema?, ¿no es cierto que a lo que hoy nos enfrentamos en México no es sólo al capitalismo en abstracto sino a una forma muy específica que es el neoliberalismo? La gente común y corriente, la que no ha leído a Marx, ni a Mignolo, ni a Federici, ni a Butler, y, sin embargo, se siente atraída por una alternativa que propone limitar la corrupción, enfrentar la impunidad y redistribuir la riqueza, ¿también le está haciendo el juego al sistema?, ¿también se la puede calificar de poco docta, ignorante, inconsciente o alienada?

¿Acaso no es verdad que en las condiciones geopolíticas actuales, en el contexto de las secuelas de una crisis económica global, atendiendo al panorama internacional y al poder militar norteamericano, y, por si fuera poco, en el marco de una sociedad altamente conservadora, construir un proyecto anticapitalista, aunque resulte atractivo para elaborar una épica minoritaria, es, por decir lo menos, poco realista?, ¿acaso no sería prudente plantearnos primero la recuperación de la soberanía nacional, disminuir los índices de corrupción, recuperar los derechos sociales, combatir la violencia feminicida?, y, ¿quiénes se plantean esto deben ser considerados mediocres conformistas que no entienden que, en verdad, todo eso es culpa del capitalismo?, ¿acaso es inobjetablemente cierto que todos estos problemas puedan identificarse, así, sin más, como efectos del capitalismo?, ¿no hay suficiente evidencia académica para tener una visión mucho más matizada al respecto?

Seguramente hay casos en los cuales las críticas al anuncio de una candidatura independiente protagonizada por una mujer indígena están revestidas de una especie de neocolonialismo, pero decir, como apresuradamente han dicho varios articulistas, que esta candidatura ha mostrado el racismo de quienes la critican, ¿no es ponerse demasiado fáciles las cosas?, ¿no supone crear un enemigo de paja para descalificar al opositor sin escuchar sus argumentos?, ¿acaso muchas de las críticas vertidas no son susceptibles de análisis sin que necesariamente se consideren racistas?, o, ¿todo aquél que ose criticar esta candidatura, así sea en términos estratégicos, deberá recibir el mote de racista? No sería mejor, como Mozart, preguntarse ¿cuántos y cuáles son los argumentos de estas críticas, distinguir cuántos y cuáles son válidos, cuántos y cuáles no, establecer respuestas para cada crítica asumiendo que algunas pueden ser prudentes?

Pero lo mismo vale para quienes hoy apoyan la izquierda partidista, ¿acaso no es verdad que las vías institucionales han resultado deficientes?, ¿acaso no tienen un argumento quienes señalan que no basta tomar el poder de las instituciones del Estado para combatir la terrible situación en que nos encontramos? Y si es así, ¿no es extremadamente injusto suponer que aquellos que han optado por vías distintas a la encabezada por Morena también le hacen juego al sistema?

¿No es verdad que la lucha por los derechos de los indígenas ha sido relegada por buena parte de la izquierda partidista?, ¿no fue el sistema de partidos el que impidió que los acuerdos de San Andrés pudieran encarnarse en nuestro edificio jurídico-político? Aun más, ¿si hoy existe una alternativa política de izquierda al margen de Morena no tiene que ver también con su incapacidad para construir un proyecto con el que se sientan identificados los miembros de movimientos sociales con demandas inequívocamente justas?

En cualquier caso, comenzar a dar respuesta a estas preguntas podría ayudar a imaginar un diálogo en el cual más que refrendar a toda costa las certezas personales, pudieran encontrarse elementos comunes que hicieran fértil el debate.

Telesur - Noticiero Edición Central - En Rompeviento TV - 03/11/16
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Comentario 1
  • Mónica Ávalos Valladares

    Un análisis imprescindible de la situación actual de la izquierda en México. ¿Pesan más las diferencias que los acuerdos? ¿Es posible continuar avanzando con una fragmentación y sectarismo de todos los actores políticos de izquierda mientras la derecha arrasa con todo a su paso, con la anuencia de medios, bancos, cúpula mundial,, etcétera? Una agradable sorpresa este texto, que retoma la inquietud de muchos ciudadanos mexicanos interesados en una izquierda fuerte e integrada.

    Responder
    3 noviembre, 2016

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