La vaca dormida (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3 / Facebook: Compa Saldaña

La vaca dormida

 

En la última elección, en la mía, votaron cerca de un millón, pero de ellos, le calculamos que la mitad500 mil, es lo que le llaman el voto duro del PRI, que son priistas que votan por el candidato que le pongas, si les pones una vaca dormida, votan por ella.

Senador Héctor Yunes Landa

Héctor Yunes Landa ha acuñado una de las frases más elocuentes del “nuevo PRI” del que habla(ba) Peña Nieto. La expresión fue pronunciada durante una entrevista con Ciro Gómez Leyva el pasado martes 24 de octubre, y aunque el senador veracruzano ha ofrecido disculpas a la militancia de su partido excusando que se trató de un coloquialismo campirano propio de la región de donde es oriundo, lo cierto es que la frase caló hondo, no tanto por ofensiva (que lo es) sino por certera: describe con exactitud la esencia misma de las prácticas corporativas del priismo, que por cierto no son exclusivas de ese partido. En esta liga puede usted escuchar al senador de las alegorías vacunas: http://megafonomx.com/2016/10/24/si-les-pones-una-vaca-los-priistas-votan-por-ella-admite-senador-del-pri-audio/

            Un partido cuyo voto duro está enceguecido hasta el punto de elegir a una vaca dormida es altamente peligroso: su fanatismo es propio de regímenes totalitarios en los que el pensamiento, la crítica, la reflexión son estigmatizados e inclusive proscritos. Todo atisbo de disenso o discordancia es rápidamente cooptado, mediatizado o, en última instancia, excluido. Eso es el PRI: una agrupación totalitaria de intereses legales e ilegales fusionada en las instituciones del gobierno en todos sus niveles. El PRI no es sólo el partido que vota por las vacas dormidas, es también intergrante fundamental del crimen organizado. Y no está solo.

            La llamada alternancia política no modificó en esencia este esquema, simplemente abrió espacios para que otros partidos se acomodaran a conveniencia y sacaran tajada, a condición de no transformar la estructura, de no modificar los pactos del negocio. El PRI es demiurgo ambiguo de la partidocracia mexicana: está (y no) en todas partes.

            Los militantes o simpatizantes que votan por vacas dormidas lo hacen básicamente por cuatro razones: i) por convicción ideológica; ii) por conveniencia; iii) por ignorancia o; iv) por fanatismo.

            La ideología del “nacionalismo revolucionario” que cohesionó al PRI durante muchos años está más que muerta: es incluso repudiada por “populista”. El llamado “liberalismo social” de estirpe salinista nunca cuajó porque demostró ser sólo un membrete para legitimar el neoliberalismo y sus políticas de expoliación de la nación. ¿Cuál es la ideología del PRI? Sus mismos militantes, los que eligen a vacas dormidas, no lo saben. Así pues, la primera hipótesis es fácilmente descartada.

            Se eligen vacas dormidas por conveniencia y por ignorancia: por la aspiración a un puesto, por la promesa de placas para los taxis (el dirigente del PRI, Enrique Ochoa, “Clavillazo”, es poseedor de una gran flotilla de taxis), por la oferta de terrenos, pavimento, escuelas o clínicas, por la esperanza de salir de la pobreza, o al menos de tener unas láminas de cartón para ocultarla de las miradas y del frío; es decir, el voto duro del PRI, los 500 mil que votaron por Héctor Yunes Landa en Veracruz lo hicieron acicateados por la pobreza y la ignorancia. Las encuestas muestran que a mayor nivel de ingresos y a mayor nivel educativo, los votos para el PRI decrecen, de ahí que al tricolor la pobreza y la ignorancia le representen jugosos dividendos.

            El fanatismo se explica por sí mismo: no exige razones, no obliga a pensar, no demanda análisis. Se eligen vacas dormidas, aquí y en todas partes, por fanatismo. Porque es más sencillo doblegarse que pensar, que opinar, que luchar. Mucho del voto duro es un voto movido por la total ausencia de voluntad, es pura y llanamente, servidumbre voluntaria. Allí, el PRI abreva (con los otros partidos chupando tranquilos a su lado).

            Para ser justos con el senador Héctor Yunes Landa, hay que decir que el autorretrato que hizo con su campirana frase es colectivo: se dibuja de cuerpo entero (con pijama) porque votaron por él 500 mil veracruzanos en la pasada elección de junio (y perdió), pero también hace el trazo perfecto de otras vacas dormidas que ocupan cargos de enorme responsabilidad (que ganaron, dicen las cuentas finales del INE). Hay muchos, pero al menos podemos mencionar a dos que han demostrado estar dormidos en cuanto a gobernar se refiere, pero muy despiertos para robar, mentir y asesinar: Javier Duarte de Ochoa y Enrique Peña Nieto. Ambos repudiados, el primero prófugo, al segundo le falta tiempo.

            Javier Duarte de Ochoa, hoy “en fuga y prófugo de la justicia”, es un vivo ejemplo de la justeza y profundidad de la frase de Héctor Yunes Landa. El voto duro del PRI en Veracruz, más el voto coaccionado, el voto comprado y el voto chanchullo, en el año 2010 eligió a una vaca dormida para gobernar la entidad. Impresentable, vociferante, locuaz e inmensamente corrupto Javier Duarte es la nueva cara (prófuga) del viejo PRI. “Vaca dormida” (y prófuga) que ha succionado a Veracruz hasta dejar al estado yerto, ausente de sí, muerto de soledad.

            Los saldos de la estupidez y la inquina del PRI y sus partidos mascota al imponer (vía “elección democrática”) a Duarte están a la vista: desfalco a Veracruz por más de 180 mil millones de pesos, miles de muertos, miles de desaparecidos, miles de mujeres asesinadas, dolor, muerte y devastación por toda la entidad. El voto duro del PRI llevó a la gubernatura de Veracruz a una vaca dormida brutalmente corrupta, sanguinaria y voraz. Y aunque ahora todos se delinden de sus nexos con Duarte, incluyendo a Héctor “La Vaca” Yunes Landa, lo cierto es que tenemos memoria, registros y evidencias: todos son cómplices. Flavino Ríos (hoy gobernador tapadera), Arturo Bermúdez, Luis Ángel Bravo, Alberto Silva, Tarek Abdalá, Gina Domínguez, Erick Lagos y un larguísimo etcétera que incluye a presidentes municipales, jueces, diputados, notarios públicos, senadores, entre otros. Si no son llevados ante la justicia es por complicidad, no por falta de méritos.

            En esta red de complicidades destaca la primera vaca dormida de la nación: Enrique Peña Nieto.

            El voto duro del PRI, ese que dice Héctor Yunes Landa que elige a una “vaca dormida”, fue decisivo para que en 2012 Peña Nieto llegara a la presidencia del país. Torpe, incapaz, indolente, superfluo, ignorante y torvo, el “triunfo” de Peña se explica porque el PRI propone, coacciona y elige a vacas dormidas, con tal de que la red de complicidades y los pactos mafiosos se garanticen. Y así le ha ido al país. La devastación de Veracruz no sólo es por culpa de Javier Duarte, sino también del gobierno federal que fue (es) cómplice por omisión o por interés directo: imposible olvidar que Duarte destinó recursos de los veracruzanos para financiar –ilegalmente- al candidato Peña, otra vaca dormida del hato priísta.

            Ya en funciones, Duarte y Peña, ambas “vacas dormidas” (siguiendo la frase de afirmación narcisista de Héctor Yunes Landa) electas por masas carenciadas y dúctiles, pulieron el tejido institucional para que sus intereses y negocios tuvieran PRIoridad ante el interés colectivo.

            No esperamos el despertar de las vacas, sería ingenuo y hasta chabacano, si no luchamos por la destrucción del establo.

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