Violencia, muertos y más muertos

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J. Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

 

 

Violencia, muertos y más muertos

Washington – Una de las propuestas de Enrique Peña Nieto cuando buscó la presidencia como candidato del PRI fue contener la violencia y reconciliar al país ante la crisis humanitaria que padecía como consecuencia del crimen organizado y las decenas de miles de asesinatos.

Como presidente de México, Peña Nieto incumplió su promesa. En materia de violencia, el país está igual o peor que hace cuatro años en las postrimerías del “sexenio de la muerte” encabezado por Felipe Calderón.

Aun cuando inexplicablemente los grandes periódicos nacionales han dejado de reportar los asesinatos que ocurren todos los días en el país, por la cantidad y la frecuencia con que ocurren, noticias de estos crímenes escurren por todos lados.

En cuatro años del sexenio peñista, estados y regiones del país que no se habían visto tan afectados por la crisis, hoy son reconocidos tristemente como capitales del secuestro, feminicidios, desapariciones y ejecuciones.

Ya no se trata sólo de los estados, ciudades o regiones del norte de México donde el crimen organizado y los cárteles de la droga impregnan de sangre y terror las calles y carreteras. Todo el territorio nacional está sujeto a la violencia indiscriminada que nos tiene subyugados.

Toluca, Metepec, Indios Verdes, Querétaro y otras ciudades, colonias y zonas al pie de la Ciudad de México que en años pasados eran casi inmunes a la crisis, son ahora ejemplo de impotencia.

La ejecución a plena luz del día del juez federal Vicente Antonio Bermúdez Zacarías, en Metepec, Estado de México, que para terror nuestro fue videograbada, no es una muestra mayor de lo que son capaces los criminales en México. No, no lo es. Ese asesinato a sangre fría es una demostración de la inutilidad del gobierno de Peña Nieto, que quedó rebasado, como el de Calderón, por la violencia indiscriminada.

No es nota para los grandes periódicos nacionales llevar el conteo de los muertos, desaparecidos y secuestrados en el sexenio de Peña Nieto, como lo hacían en el de Calderón.

El recuento de víctimas en “el sexenio de la muerte” paró porque una mayoría de medios de comunicación firmó un pacto con Los Pinos para no seguir espantando a la población.

¡Extra! ¡Extra! ¡Los periódicos ya se hicieron inmunes al sufrimiento de los mexicanos!

Lo más alarmante y grave es que nosotros los mexicanos ya nos acostumbramos a los muertos. Calderón y Peña Nieto lo lograron, ya no nos sorprende nada. De los gobiernos podemos esperar todo, menos justicia y solución a los problemas.

Las ciudades de la frontera norte son una bomba de tiempo por la violencia incontenible que se desató en la mayoría de ellas desde hace ya varios meses. De lo que ocurre allá en el norte, muy poco se sabe; los grandes diarios no lo reportan, ni las televisoras, ni la radio nacional; lo hacen solo los medios locales, es su obligación. Que cada quien se rasque con sus propias uñas, ¿no?

La reciente ejecución de seis elementos del Ejército mexicano a manos de presuntos narcotraficantes en Sinaloa, desató la furia marcial y la promesa inquebrantable de Peña Nieto de buscar a los asesinos y responsables por tierra, mar y cielo. ¿Y los civiles qué, señor presidente y general Cienfuegos?

Otra vez son decenas de miles los muertos y de miles las cifras de desaparecidos y de secuestros apenas en el cuarto año del eterno sexenio de Peña Nieto.

Saludo a las fuerzas militares por su participación para apaciguar al país. Aunque creo que estas instituciones, por la falta de una estrategia política, de logística y de derechos humanos eficiente, contribuyen a patear el avispero.

¿Cómo confiar en nuestras instituciones políticas y de justicia si ya perdimos la capacidad de sorpresa ante su inutilidad?

Narcotraficantes, secuestradores, rateros de la calle y asesinos de mujeres y niños no le tienen miedo al gobierno. Aprendieron a torear a las instituciones judiciales, policiales y gubernamentales.

México es un país de muerte y desolación. Hasta los pillos de cuello blanco, que son los gestores de la ineficacia frente a la violencia y el crimen que azotan a la nación, se burlan de la justicia y del gobierno de Peña Nieto en su cara.

No podemos entender, aunque nos lo expliquen con conferencias de prensa los encargados de gobernarnos, que Javier Duarte, el exgobernador de Veracruz, se les haya fugado.

Si nos dicen que antes no lo podían detener porque no estaba formalmente acusado de nada, lo aceptamos. Mas no nos digan que no lo podían vigilar para eventualmente llevarlo ante la justicia, porque se burlan de nosotros. Que a policías municipales y federales se les escapen los criminales, es factible, son corruptos algunos e inútiles la mayoría. Pero que se haga ojo de hormiga un corrupto del tamaño de Javier Duarte, huele a complicidad y complacencia al más alto nivel del gobierno federal.

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