El cinismo de Peña Nieto

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J. Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

El cinismo de Peña Nieto

Washington – El cinismo con el que habla Enrique Peña Nieto del problema de la corrupción en el país y en el gobierno denota la impunidad con la que aborda los casos más connotados, como el de la “Casa Blanca” o el de los gobernadores de Chihuahua, Puebla, Tamaulipas, Quintana Roo, Veracruz y otros más.

¿Quién puede arrojar la primera piedra para castigar a los corruptos? Debería ser el presidente de la República, para eso fue electo y para ello existe una Constitución Política. Es su responsabilidad, él tiene la facultad y el poder para hacerlo. Pero no, Peña Nieto no lo hará porque destaparía una cloaca de la cual brotarían muchos que tendrían que ser apedreados.

Hablar de la corrupción, que en el lenguaje de Peña Nieto aceptamos y condonamos todos, no es como escupir al cielo.

No todos los mexicanos han incurrido en el cohecho para resolver sus asuntos. No todos los políticos (espero) son corruptos. Esa es la percepción generalizada que tenemos en nuestra sociedad.

La impresión de que hay una corrupción estructural no nació de la nada, es el legado de más de siete décadas de hegemonía gubernamental a manos del PRI, que paró momentáneamente el PAN con las presidencias de Vicente Fox y Felipe Calderón. Lamentablemente, con ellos siguió aplicándose de la misma forma tan descarada como la reinstauró Peña Nieto desde hace casi cuatro años, cuando con él regresó el PRI a Los Pinos.

Lo más grave de todo es que los magistrados supremos del país esta misma semana reconocieron que retuercen los vericuetos judiciales para beneficiarse económicamente. Los magistrados nos mataron la esperanza de que por lo menos la entidad judicial más importante del país tuviera la autoridad moral para ajusticiar a pedradas a los corruptos; esto en el lenguaje coloquial y bíblico que utilizó Peña Nieto.

El mensaje a los mexicanos de los poderes Ejecutivo y Judicial sobre la epidemia de corrupción es que no habrá justicia.

¿Qué esperanza podemos tener de que se investigue y castigue al senador priista Emilio Gamboa Patrón por andar aterrizando en helicóptero sobre arrecifes protegidos, para luego subirse a un yate de un empresario con quien comparte negocios? ¡Ninguna! Total, si no se investigó el asunto de la “Casa Blanca” de la esposa del presidente, ni se ha metido a la cárcel a los gobernadores corruptos, muchos menos agarrarán a pedradas a Gamboa Patrón, cuya falta, ante la inmensidad de los otros casos, parece peccata minuta.

Con Peña Nieto la imagen del país hacia el exterior está por los suelos. No existe un medio de comunicación internacional que no tenga la percepción de que el problema de la corrupción está en el gobierno federal que incurre en el delito y lo tolera.

Escuchar hablar a Peña Nieto sobre la crisis de corrupción provoca angustia y desaliento. A Peña Nieto le restan dos larguísimos años de gobierno y no hará nada para contener la epidemia de corrupción, porque él mismo admite que no tiene la autoridad moral para lanzar la primera pedrada.

Hace unos días revisaba las fotografías de unas luminarias de la triste historia política del país, quienes asistieron a una pomposa fiesta celebrada en un palacio de la Ciudad de México.

Cuánto corrupto junto y sonriendo como si nada ante las cámaras.

Ahí estaban Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox y su esposa Martha Sahagún, cuyos hijos se beneficiaron y enriquecieron a costillas del primer sexenio panista que contuvo la hegemonía del PRI, pero resultó ser toda una decepción.

Al jolgorio asistieron los jueces de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, igual de sonrientes. Entre éstos estaba Eduardo Medina Mora, exprocurador general de la República y exembajador en Washington. A este ministro, por cierto, los mexicanos le pagamos los costos de los servicios médicos que recibe su esposa en los Estados Unidos, quien padece cáncer.

Como su sueldo no le alcanza para cubrir esos gastos y como si en México no existiera Cancerología, donde ocurren muchos milagros, Medina Mora arregló para que su esposa se quedara en Washington a trabajar como empleada del Consulado en la capital estadunidense, y con ello garantizar que nosotros, por medio de la Secretaría de Relaciones Exteriores, cubramos los costos médicos.

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