Con todo y miedo

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*Claudia Soriano Segoviano. Psicoterapeuta Gestalt y Psicocorporal

Facebook: Psicoterapeuta Claudia Soriano Segoviano

Email: claudiasoriano@hotmail.com

 

 

 

 

Con todo y miedo

 

“Para quien tiene miedo, todo son ruidos.”

 Sófocles

 

El miedo es una emoción básica y primaria, que ha estado presente en todas las culturas. Podríamos decir que es una emoción desagradable pues nos hace sentir mal (aunque no negativa, pues sentir emociones siempre es positivo sean las que sean). Cuando sentimos miedo también nos sentimos indefensos, así que lo que normalmente hacemos cuando sentimos miedo es retirarnos. El miedo es una respuesta natural ante el peligro, una sensación desagradable que atraviesa el cuerpo y la mente.

El miedo bien entendido es una emoción saludable y necesaria ya que es un mecanismo de defensa, que se activa ante el peligro y nos permite responder con mayor rapidez y eficacia ante las adversidades. Fue aprendido por los primeros habitantes de la tierra y forma parte de la capacidad adaptativa del hombre.

¿Cómo afecta el miedo al cuerpo?

La manifestación fisiológica del miedo se da en nuestro cerebro, concretamente en el cerebro reptiliano (controla músculos, equilibrio y funciones básicas como la respiración y los latidos del corazón) y en el cerebro límbico (regula instintos humanos, algunos de ellos, emociones, personalidad y conducta). Ocurre debido a que nuestro cerebro está todo el tiempo escaneando a través de los sentidos lo que sucede alrededor de nosotros, incluso cuando dormimos. Si en algún momento detecta un peligro, se activa la amígdala cerebral que está situada en el lóbulo temporal, y se producen cambios físicos inmediatos que pueden favorecer el enfrentamiento, la parálisis o la huida. Los mecanismos corporales ante el miedo son los siguientes:

  • El corazón bombea sangre a gran velocidad para llevar hormonas a las células, especialmente adrenalina.
  • Aumenta la presión arterial, la glucosa en sangre, la actividad cerebral y la coagulación sanguínea.
  • Se detiene el sistema inmunitario, al igual que toda función no esencial.
  • Se dilatan las pupilas para facilitar la admisión de luz.
  • La sangre fluye a los músculos mayores, especialmente a las extremidades inferiores.
  • El sistema límbico fija su atención en el objeto amenazante y los lóbulos frontales –encargados de cambiar la atención consciente de una cosa a otra– se desactivan parcialmente.

Si lo que experimentamos es un miedo intenso o un trauma, éste queda fijado en la memoria con mayor intensidad. Esto tiene una lógica evolutiva: lo que daña se fija con mayor fuerza que aquello que da placer, porque resulta más adaptativo. Por ejemplo, basta quemarnos una vez con fuego para que no volvamos a posicionar sin cuidado cualquier parte de nuestro cuerpo sobre una llama. Si alguien se olvidara inconscientemente de esto, se podría quemar día tras día.

¿Cómo afecta el miedo a la mente?

El miedo hasta ahora descrito guarda relación con el mundo real, pero también existe el miedo imaginario que no tiene correspondencia con el peligro. Este tipo de miedo nos hace dudar de nuestras capacidades y habilidades, y magnifica nuestros problemas.

¿Cómo enfrentar al miedo?

Como primera medida, al miedo hay que naturalizarlo, es decir, aceptarlo ante el peligro y nada más. Pero al ‘otro miedo’, el imaginario, hay que tratar de expulsarlo. Es un impulso interior que busca defendernos de un peligro irreal que la mente se esfuerza en creer.

Cuando en terapia la persona me habla de no poder hacer algo que quiere hacer por el miedo que siente, yo generalmente la invito a hacerlo con todo y el miedo que está sintiendo. No podemos esperar a dejar de sentir miedo para hacer las cosas, y tampoco ignorar que lo sentimos. Al hacer algo con todo y el miedo que esa acción pueda generarnos, nos damos cuenta de que la gran mayoría de nuestros miedos son mucho más grandes en el imaginario que en la realidad y entonces redimensionamos, le damos al miedo su justo lugar y tamaño y además recuperamos confianza.

Claro que ante una patología el mejor camino es siempre consultar a un profesional de la salud mental, quien podrá trabajar para desactivar esas falsas alarmas.

¿Cuál sería la diferencia si en lugar de sufrir esperando un mal, empezamos a esperar cosas buenas y positivas de la vida?

Me gustaría conocer tus opiniones y comentarios, me puedes escribir a [email protected] o bien, dejarme tu comentario al final de este post. Si te gustó el contenido ¡compártelo!.

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Hasta el próximo lunes.

*Claudia Soriano Segoviano.  Psicoterapeuta Gestalt y Psicocorporal por el Instituto Humanista de Psicoterapia Corporal INTEGRA.Actualmente y desde hace más de 15 años es psicoterapeuta para jóvenes y adultos en su consultorio particular en la CDMX.

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