La patria perdida

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*Érika Paz

Asesora parlamentaria en temas de comunicación. Co-conductora del programa Jaque Al Rey

@paz_eri

La patria perdida

Un día antes de las fiestas patrias me topé con un frío fragmento de mármol, colocado, casi al azar, sobre la banqueta de Avenida Juárez esquina con Iturbide. A unos pasos del Paseo de la Reforma y Bucareli, justo donde se erige el “Antimonumento a los 43”, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Esa piedra mal puesta, grabada y roída por el tiempo, en apenas dos años, provocó mi curiosidad. Atravesé la acera interrumpiendo el trajín de la gente para mirar con detalle; se trataba de la primera estrofa del poema “Avenida Juárez” escrito en 1956. Un homenaje a Efraín Huerta.

Fue el día anterior a las fiestas patrias, a la marcha “Renuncia Ya”, al puente aprovechado por miles de capitalinos para extraviarse –pero fuera de la Ciudad.

“… y el grito de agonía de una noche, otra noche,
todas las noches del mundo
en el crispante vaho de las bocas amargas”.

Intentaba encontrar el mejor ángulo para una foto ante la ausencia de luz, cuando, amablemente, el mármol dejó de ser invisible por unos instantes, alguno tomó una instantánea, otro más detuvo su paso y miró como si mirara los encabezados de los periódicos en un kiosco. Dos niños se acercaron a leer los versos, por sílabas y en voz alta, como quien recientemente ha aprendido el sonido de los símbolos escritos. Uno de ellos tocó el relieve con su dedo índice y el otro colocó ambas manos para impulsarse en un salto pequeñito, juguetearon.

“… como si las palabras fuesen los pasos muertos del hambre
o el golpear en el oído de la espesa ola del vicio
o el brillo funeral de los fríos mármoles”
.

Narradores testigo, que por unos segundos detuvieron su andar. Me alejé pausadamente, me senté, esperé la hora de mi encuentro y observé. Recordé las veces que he andado esas calles, pensé en las fiestas patrias y en los cientos de manifestaciones ¿Cuánta gente pasaría a un lado del poeta con su poema? Pensé en Efraín Huerta.

“Marchar hacia ninguna parte, olvidado del mundo,
ciego al mármol de Juárez y su laurel escarnecido
por los pequeños y los grandes canallas;
[…]

Marchar hacia la condenación y el martirio,
atravesado por las espinas de la patria perdida”.

La escena duró un instante y el jaspe retornó al silencio, a la indiferencia del bullicio de tan concurrida avenida, donde triunfantes marchas han acogido a decenas de miles de voces al unísono de “No somos uno, no somos cien, prensa vendida cuéntanos bien”. De la del 15 de septiembre de 2016, los diarios dijeron que participaron mil personas, otros 3 mil y alguno concedió 5 mil.

“… un sollozar por su destino
en el rostro apagado de los jóvenes
y un juego con la tumba
en los ojos manchados del anciano.
[…] el aire huele a pensamientos muertos”.

Interesa cuántas personas, pero también cuántas veces hemos salido a las calles para hacer patente nuestro malestar por la aguda crisis económica, política y social que nos aqueja; ¿cuántas veces la Avenida Juárez ha gritado contra la desigualdad y la injusticia?

Entre el que quiere un cambio inmediato y confía en que lo conseguirá de forma tan sencilla como se lee. Entre la que apuesta por la causa de todas, entre quien opta por el camino más largo y más lento, entre el desesperanzado y la indiferente, el que ha dejado la patria y la que anhela volver, quien sigue buscando a sus desaparecidos, quien exige justicia, paz, educación, trabajo, vivienda, salud, seguridad... Y quien denuncia al Estado y desconfía de las instituciones. Desgastadas palabras como las del poema en la piedra.

En medio de las consignas contra el ladrón, el asesino, el vendepatrias, el mentiroso, el cínico, el bufón, se encuentra a los secretarios de Estado, a los dueños de medios, a los empresarios, a los voceros de los gobiernos cuyos recursos inagotables sostienen las “verdades” más absurdas sobre los hechos en Ayotzinapa, Nochixtlán, Tlatlaya o el plagio de Peña Nieto, el desvío de recursos o el enriquecimiento ilícito, etcétera.

Como entre las loas y los vivas a los héroes que nos dieron patria –entonados por alcaldes, gobernadores y el presidente de la República–, se encuentra un Estado “corporativo” en cuyo fango de indiferencia, ante el profundo malestar económico, social y político, se ahogan los intereses de la ciudadanía.

Y como cada 15 y 16 de septiembre celebramos una Independencia que creemos consumada –porque así lo aprendimos en los libros de texto–, porque, ¡claro!, ya no vivimos bajo el dominio de un imperio, ni La Infame iglesia impone su santa voluntad, ni debemos tributos a la corona, ni las deudas se heredan generación tras generación, ni continúa la esclavitud, ni se violan sistemáticamente los derechos de la población más vulnerable, que es la mayoría. … Y así extraviados se nos pierde la patria.

“Todo parece morir, agonizar,
todo parece polvo mil veces pisado.
La patria es polvo y carne viva, la patria
debe ser, y no es, la patria
se la arrancan a uno del corazón
y el corazón se lo pisan sin ninguna piedad”.

*Érika Paz es periodista, Maestra en Estudios Políticos y Sociales por la UNAM, cuenta con estudios en la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en diferentes empresas periodísticas, actualmente es asesora parlamentaria en temas de comunicación y co-conductora del programa Jaque Al Rey.

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