Gel y lentejuelas (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3 / Facebook: Compa Saldaña

Gel y lentejuelas

 

El PRI nunca se irá y yo tampoco

Juan Gabriel

 

Dos rostros y dos ficciones del México actual cara a cara en el lapso de unos pocos días. Dos hombres muertos, dos hombres vivos: Peña Nieto, cadáver político, y Juan Gabriel, fallecido el 28 de agosto; Peña Nieto en el patético show de la entrega de su IV informe y Juan Gabriel, que hizo de su vida un show y hoy está más vivo y más vigente que nunca.

            Uno ha hecho del engominado copete con gel el símbolo del artificio, el otro hizo de las lentejuelas el lenguaje de su personaje. Ambos son protagonistas de ficciones para el escaparate, para la televisión, la farándula y el pueblo; sin embargo, la naturaleza del artificio de Peña Nieto y el de Juan Gabriel es completamente diferente. La distancia que los separa es abismal: mientras Peña cosecha la indignación y el rechazo popular que su estulticia y su violencia han sembrado, Juan Gabriel florece en el corazón de millones de mexicanos (y colombianos, peruanos, venezolanos, etc.), quienes aman la cursilería y el embeleso de sus canciones, sus amaneramientos en el escenario y la honestidad de sus lentejuelas.

            El artificio de Peña, simbolizado en el enhiesto copete, es parte del figurín que ocupa la silla presidencial en el grotesco ejercicio de gobernar en que ha convertido su mandato. Solidificado en el corsé que diseñó para sí mismo, el artificio de Peña lo aleja más y más de la gente a quien supuestamente conduce. Es un artificio que establece una distancia irreconciliable entre el personaje que cobra como presidente y el pueblo al que en teoría gobierna. Una brecha que se profundiza y se ensancha por la violencia de la represión abierta en contra de maestros, campesinos y estudiantes, pero también de la violencia de la falta de empleo, los bajos salarios y el incremento al precio de la gasolina. El artificio de Peña violenta cuando lo utiliza para encubrir los crímenes de Ayotzinapa, Tlatlaya, Tanhuato, Nochixtlán, entre muchos otros. Violenta no saber el paradero de miles de desaparecidos y ver correr la sangre de cientos de miles de asesinados. Y Peña Nieto “firme” e intransigente con su gel hecho de dolor y rabia.

            Es muy violento saber de casas blancas, departamentos en Miami y tesis plagiadas, sin que haya ningún castigo ni consecuencia alguna. El copete artificial de Peña es brutalmente violento cuando finge un perdón que no siente, cuando envilece la banda presidencial con cada error y metedura de pata, cuando invita al principal enemigo de México y lo recibe como si fuese un hombre de Estado. ¡Cómo indigna que Trump haya venido a cagarse en México, mientras Peña le limpia el culo con su artificial e insulso copetito! Que lo haga él, pero no en nombre de México, no en mi nombre.

            El artificio de Enrique Peña es insultante por racista, por clasista, por sanguinario y por ridículo.

            Las lentejuelas de Juan Gabriel son otra cosa. El personaje construido por Alberto Aguilera es profundamente humano, de una ternura estridente y una calidez de falsete y guiños atrevidos. Juan Gabriel es la gran lentejuela en la que se reflejan los rostros y las risas de millones de paisanos en México, en Estados Unidos y donde quiera que ande un mexicano (de nacimiento o por adopción). El artificio de Juan Gabriel es real, es de carne, hueso, chilaquiles, tacos, mezcal, cerveza y tequila. Es un artificio que aproxima porque se construye en y para la ilusión, para la fantasía, para el sueño. Las lentejuelas de Juan Gabriel nos sacan del orden cotidiano, de su monótona grisura o de su brutal aspereza, vamos, hasta ayudan a paliar el hambre, la soledad y la desesperanza. Total, si vamos a seguir jodidos al menos que sea cantando a grito abierto y con el corazón en la mano.

            Las lentejuelas de Juan Gabriel merecen enmarcar no sólo botaneras, los salones de rompe y rasga (como hace tiempo se decía) y la marcha del orgullo gay, sino también la iniciativa de ley sobre el matrimonio igualitario y todas las zonas “gay friendly” que a duras penas empiezan a emerger en el país. Quizás no existirían los pequeños pero significativos espacios de tolerancia en México sin Juan Gabriel, sin sus “jotas y nacas” lentejuelas (Nicolás Alvarado dixit) que se expresaron con todo su chillante brillo en medio y por debajo de sotanas, lidercillos de leontina y damas de la vela perpetua (eso sí, vela con vibrador incluido). Si hay un ligero soplo de mayor libertad y tolerancia, en cierta medida se debe a Juan Gabriel y sus “jotas y nacas” lentejuelas, si bien nunca destacó ni por su perfil democrático ni por su convicción en la lucha por los derechos de las minorías. No, Juan Gabriel nunca fue un líder del movimiento LGBTTTI ni mucho menos, pero sus lentejuelas han acompañado la lucha de quienes sí han asumido ese compromiso. Priísta de lentejuela colorada, la (in)formación política de JuanGa era como la de la mayoría de los mexicanos: ínfima y, quizás por ello, acomodaticia, complaciente, palera. Y quizás por esa misma precariedad política Juan Gabriel se identificó con una franja muy grande de la población mexicana. Con todo, sus canciones tienen un sesgo democrático donde menos se espera: en la parranda.

            Si el copete artificial de Peña es autoritario por cuanto simboliza el ejercicio del poder sin cortapisa ni equilibrios, las artificiales lentejuelas de Juan Gabriel simbolizan la democracia a la que conduce una buena peda. Porque no hay nada más democrático que compartir el dolor por el amor perdido con un desconocido, o desconocida, que por unas horas se convierte en nuestro amigo, confidente, valedor, compañero de dolencia y hermano del alma. Y ya entrados en tragos, puede que hasta en amante de ocasión, eso sí, de ese amor de machos que solamente JuanGa puede cantar, porque lo vivió y lo sufrió a vena abierta.

            El gel de Peña y las lentejuelas de Juan Gabriel representan mundos de artificio, realidades adulteradas, de este país que se cae a pedazos. Lo peor es que con el cascajo del derrumbe nacional Trump pretende construir un infame muro, pagado por nosotros y con la complacencia de Peña Nieto, anfitrión de dictadores.

            Si eso ocurre, si la infamia del muro llega a realizarse, propongo que lo tapicemos de lentejuelas, nos trepemos encima de él y agarremos la madre de todas las pedas con canciones de JuanGa, por supuesto después de destituir a Peña Nieto.

Atrás Serapaz - La desaparición y el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México - 05/09/2016
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Comentario 1
  • Marcela

    EPN es como el tequila adulterado, que pasa por bueno pero te mata poco a poco. Es como los tacos de perro, cuando pides de res. Es como una cerveza tibia, que te asquea solo de saber cómo está ya.
    ¿Que mas nos falta por ver?
    Miedo da ver que faltan dos años. Dos años de abusos, de incompetencia en su máxima expresión y de tibieza para no exigir su renuncia.

    Responder
    5 septiembre, 2016

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