La Paz y la Guerra

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Ricardo González Bernal

Coordinador del Programa Global de Protección de Article 19

@R1card0G0nzalez

Los resultados del Índice Global de Paz (IGP) 2015 fueron publicados la semana pasada. Por octava ocasión consecutiva, el Institute for Economics and Peace, con sede en Australia, dio a conocer la evaluación de 23 tipos de datos en 162 países para tratar de entender si es que el mundo es “cada vez más pacífico” o se encuentra en una espiral creciente de violencia. Los hallazgos del influyente estudio muestran que, en efecto, el mundo es más violento, pero además destacan una tendencia de polarización de las condiciones de paz entre el Norte industrializado y el Sur global. Es decir, los países con las calificaciones más altas tendieron a mejorar más sus puntuaciones dentro del índice respecto del año anterior, mientras que aquellos con las calificaciones más bajas mostraron señales francas de deterioro.

 

Los datos que son evaluados incluyen 4 categorías principales: el gasto militar, índices delictivos y violencia interpersonal, conflictos internos y seguridad. La brecha de paz entre los países europeos mejor calificados y los de África del Norte y Oriente Medio es explicada por la reducción de estas cuatro categorías en el norte, así como por un incremento en el número de disturbios civiles en países como Egipto y Libia y la propagación de los conflictos internos armados en Irak y Siria. Libia fue identificado como el país con mayor deterioro de las condiciones de paz, mientras que Guinea-Bisáu, Costa de Marfil (Cote d’Ivoire), Benin y Egipto fueron los países que presentaron mejorías considerables en sus calificaciones.

 

El informe clasifica a los EE.UU. en el lugar 94, una mejoría frente al lugar 101 que ocupó en 2014. El instituto atribuye este cambio a los esfuerzos del presidente Barack Obama para reducir la participación militar en conflictos extranjeros. En América, el IGP sitúa este año a Canadá y Uruguay como los países más pacíficos, seguidos por Costa Rica. Colombia continúa calificado como el país más violento de la región, seguido por México, Venezuela, El Salvador, Guatemala y Honduras.

 

A manera de conclusión, el estudio asegura que la violencia le ha costado un total de 14.3 trillones de dólares a la economía global. Recursos que de no haber sido dirigidos para fines bélicos hubieran podido, por ejemplo, atender el dramático incremento del número de personas refugiadas y desplazadas de manera forzosa en el mundo, que equivale al 1% de la población mundial en una situación de extrema vulnerabilidad.

 

Números, interpretaciones y la necesidad de la crítica

 

Los índices estadísticos resultan herramientas importantísimas para ordenar, categorizar y mostrar las tendencias de un fenómeno específico. Ejercicios como el IGP son sumamente necesarios, ya que pocas veces los temas relacionados con la paz cobran notoriedad tanto en los foros internacionales como en los medios de comunicación. El hecho de que por lo menos una vez al año la opinión pública de los países evaluados tenga la oportunidad de ver reflejados sus avances y retrocesos de manera comparativa, es en sí algo positivo.

 

Sin embargo, es necesario atender las críticas que desde distintos lados se han hecho cada año a la metodología y valoraciones del IGP. Por ejemplo, el hecho de que se vincule casi de manera exclusiva a las condiciones de paz con el desarrollo y prosperidad económica. Es obvio que el bienestar de una persona o sociedad no sólo depende de la generación y distribución de la riqueza, de ahí que otros índices hayan sido creados basados en la noción de bienestar, como por el ejemplo el Índice de Desarrollo Humano o el peculiar Índice Bruto Nacional de Felicidad creado por el reino de Bután.

 

Por otro lado, la ponderación o valor asignado a cada una de las variables analizadas es, al final del día, un ejercicio arbitrario y mediado por la subjetividad. Keith Gottschalk, catedrático de la Universidad de Cabo Occidental, señala el poco valor que se le da al estado de derecho y el valor negativo que se le asigna a lo que se define como “protestas violentas.” ¿Qué elementos constituyen una protesta violenta? ¿Toda protesta en donde existan casos aislados de violencia o delito debe ser calificada de ese modo? ¿Qué pasa con la violencia ejercida por los gobiernos en estos contextos? ¿En dónde queda el valor de liberación y emancipación de este tipo de actos en la construcción de entornos más pacíficos y seguros?

 

Otra crítica que vale la pena considerar es la falta de valores desagregados de la violencia interpersonal. Definitivamente es un lugar más violento aquel en donde las víctimas de homicidios son niñas, niños y jóvenes y esto no se ve reflejado en las consideraciones del IGP. David Gagne de Insight Crime, critica también que “los países centroamericanos con mayores tasas de homicidio, como Honduras y El Salvador, son considerados más ‘pacíficos’ que Colombia y México. El año pasado, El Salvador y Honduras registraron tasas de homicidios superiores a 60 por cada 100.000 habitantes, más del doble que Colombia”.

 

Finalmente, el hecho de que el fenómeno del desplazamiento forzado de personas a nivel internacional sólo sea calificado en la evaluación de los países de origen, invisibiliza las violencias a las que son sometidas las personas refugiadas al llegar a otro país, y lo mismo sucede con la situación que viven las personas migrantes. Seguramente, la evaluación de países como Australia, España, Italia y los Estados Unidos se vería afectada de manera significativa pero ayudaría a visibilizar uno de los temas que tradicionalmente ha sido ignorado o minimizado por las aspiraciones (neo)liberales de paz mundial.

 

La medición es una herramienta esencial de las ciencias sociales y por tanto para la discusión pública de temas como la paz, la justicia y la igualdad. La crítica es la vía idónea para mejorar y fortalecer esos ejercicios. Un punto importante a considerar es que la paz no está relacionada exclusivamente con el crecimiento económico por lo que no siempre puede ser capturada por indicadores estadísticos.

 

Descolonizar la paz  

 

El activista indígena canadiense Paul Schwartzentruber explica que los índices estadísticos son utilizados en Occidente para administrar la necesidad de progreso y desarrollo propia de la modernidad. Sin embargo, la aplicación de estos ejercicios a la experiencia de violencia y paz entraña el riesgo de sobresimplificar el problema y sus posibles soluciones.

 

Poco o casi nada sabemos acerca de la paz.

 

Los orígenes del estudio formal de la paz (y conflicto) se remontan apenas a las décadas de los 50 y 60 en Europa con los escritos del noruego Johan Galtung. El concepto de paz (así como el de conflicto e inclusive el de guerra) aún sigue en construcción; evidenciando de manera progresiva las diferentes dimensiones y aristas que conlleva esta tarea. Gatlung y sus discípulos lograron trascender la definición simplista de paz como “ausencia de conflicto”, centrándose en los elementos que ocupan este vacío de conflicto. Sin embargo, como lo demuestra Wolfgang Dietrich, existen tantas definiciones de paz como existen diversos saberes y culturas. Y cada una de ellas debe ser comprendida de manera relativa y relacional para que los elementos verdaderamente universales queden al descubierto.

 

La paz, al igual que la guerra, son fenómenos sociales sumamente complejos por lo que su definición, interpretación y construcción requieren de procesos de reflexión que tomen en cuenta las particularidades históricas, demográficas y geográficas a menudo ignoradas o minimizadas por el canon logocentrista europeo. No se trata de caer en el relativismo que justifica algunos tipos de violencia sino, más bien, abrirse a la diversidad de experiencias, saberes y aspiraciones que de manera silenciosa construyen paz en medio de la precariedad y el despojo. Ahí están los ejemplos de las comunidades zapatistas en México y los movimientos de defensa del territorio en el Sudeste Asiático, por citar algunos ejemplos de resolución alternativa de conflictos.

 

Como todo proceso de descolonización, el concepto de paz debe ser situado y deconstruido en todos los niveles y dimensiones, incluyendo el personal, el colectivo y el simbólico. En 2010, la académica Victoria C. Fontan lanzó este gran reto en su libro Decolonializando la Paz con la advertencia de que el primer paso implica “nuestra comprensión de que somos impotentes para hacer frente a la destrucción y las injusticias que de manera invariable trae consigo nuestra paz.”

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