Peña Nieto y el Benemérito de las Américas

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J. Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

Peña Nieto y el Benemérito de las Américas

 

 

Washington - Hasta el deterioro y descomposición de las instituciones gubernamentales por la corrupción política, impuesta y esparcida a todos los niveles del poder por más de siete décadas de hegemonía presidencial a manos del PRI, los gobernantes se suponía que tendrían que ser un ejemplo para la ciudadanía.

Gracias a que ahora en México tenemos de algún modo una mínima libertad de prensa y muy pocos medios de comunicación independientes, respecto a los que había antes, podemos someter a un sesgado escrutinio a nuestros funcionarios públicos.

La presidencia, varios articulistas y columnistas que dependen del poder, minimizaron y ridiculizaron al grupo de reporteros y en especial al equipo de investigación que colabora con Carmen Aristegui, en su portal Aristegui Noticias, por darnos a conocer el plagio en el que incurrió Enrique Peña Nieto, hace 25 años, para poder licenciarse en derecho, en la Universidad Panamericana.

El asunto no es menor, me parece gravísimo. Imposible que el primer mandatario sea ejemplo para las nuevas generaciones de mexicanos y en especial para quienes precisamente cursan en estos momentos la universidad.

¿Con qué autoridad moral puede hablar Peña Nieto de legitimidad, de honestidad y de transparencia? Por eso es importantísimo lo que reveló el grupo de reporteros de investigación de Aristegui.

Me repatea tener que poner como ejemplo de lo que deberíamos hacer o tener por derecho constitucional, lo que goza la sociedad de Estados Unidos. Sin embargo, no lo puedo evitar y más cuando se trata del puesto de elección democrática más importante de esa sociedad y de la nuestra, la presidencia.

En Estados Unidos, a los candidatos a la nominación presidencial de cualquier partido las mismas autoridades federales las someten a un escrutinio extremadamente riguroso, aunque jamás infalible. Con esto, el gobierno intenta imponer barreras para que pudiese llegar a la Casa Blanca un farsante. De esto se deriva que ahora a los candidatos presidenciales, Donald Trump, de los republicanos, y Hillary Rodham Clinton, de los demócratas, les estén sacando sus trapitos al sol, como dice el conocido y viejo refrán.

Sin esa rigurosidad en el escrutinio a sus funcionarios públicos, nunca hubiésemos sabido del famoso Watergate, o de aquel escándalo sexual en la Casa Blanca con Mónica Lewinsky. A Nixon le hubieran creído que no espiaba a los demócratas y a Clinton que no tuvo relaciones sexuales “con esa mujer”.

No quiero ni pensar qué cosas desconocemos de nuestros expresidentes, exfuncionarios públicos y actuales funcionarios gubernamentales a todo nivel y en los tres poderes.

La falta de escrutinio a nuestros servidores públicos es corresponsable de la corrupción pública que “como cultura” impuso el PRI, y que Peña Nieto intentó revivir para justificar sus faltas. Ni perdón nos hubiese pedido el presidente del país por el caso de la Casa Blanca. Sin el grupo de reporteros de investigación de Aristegui, ¿cómo nos hubiésemos enterado?

Es abominable que el llamado “cuarto poder” justifique casos como el del plagio en la tesis de Peña Nieto. Es como decir que a cualquier alumno y en cualquier nivel, con evidencias inobjetables, se le descubre que aprobó el examen de sexto grado gracias a que copió en su totalidad el del compañero que tenía sentado a su lado.

Como ya pasaron años de esto y ese alumno tramposo ahora es senador, presidente municipal, diputado o presidente de la república, se le debe condonar y tomar el ilícito como un pecadillo de los años mozos. Por eso México no pasa de ser un país bananero, nos duela o no reconocerlo.

De niño, recuerdo que me sentía orgulloso cuando mi maestra de primer y segundo grado de primaria, Raquel de la Luna –así se llamaba-, me contó la historia de Benito Juárez García.

¡Ah!, cómo me sentía feliz de ser mexicano y saber que un zapoteca muy pobre se esforzó tanto por superarse y llegar a ser un profesional para luego saltar a la presidencia de la república.

Creí que las instituciones recompensaban el esfuerzo de quienes quieren ser ejemplo cívico para el país. Muchos queríamos emular a Benito Juárez, de eso estoy seguro.

Con lo poco que sabemos gracias al sesgado escrutinio al que se ha sometido a Peña Nieto, no dudo que, en muchas escuelas, maestros como la querida Raquel de la Luna prefieran seguir hablando del Benemérito de las Américas que del actual mandatario, para intentar encomiar a sus alumnos a seguir un ejemplo de honradez.

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