A bote pronto (¿Quién puede pedir perdón y quien puede otorgarlo?)

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Alejandro Mosqueda Guadarrama

Camarógrafo, editor y documentalista

Facebook: Moga Aleko

 

 

 

 

¿Quién puede pedir perdón y quien puede otorgarlo?

 

Cuando alguien reconoce que cometió una acción -o algún dicho- que causó daño y que era un delito o algo indebido, se puede atrever a pedir perdón. Si lo realizado no ofende ni es un delito, simplemente no se pide perdón.

“Ya pagué mis delitos, que me dejen en paz”, dice Rafael Caro Quintero tratando de ser escuchado por los gobiernos de México y de los EE.UU., en la entrevista que le hace Anabel Hernández para Proceso, que se transmitió en Rompeviento TV (1). Quiere continuar su vida sin ser molestado: “Pague ya una factura muy cara”. Pide perdón a la familia de Enrique Camarena Salazar (agente norteamericano de la DEA, asesinado el 9 de febrero de 1985 y de lo cual fue acusado) y al gobierno de los EE.UU. A pesar de no aceptar ser el asesino de Camarena, repite: “Ya pagué mi culpa, lo que haya sido”.

El gobierno de Salinas de Gortari ofreció “perdonar” a los zapatistas alzados. Miles de indígenas que se levantaron al grito de ¡Ya basta! tenían la oportunidad de acogerse al “perdón gubernamental”. Eran apenas los primeros días de enero de 1994.

La respuesta que dio el EZLN, a ese ofrecimiento, plantea algunas preguntas: ¿De qué tenemos que pedir perdón? ¿De qué nos van a perdonar?… ¿De haber demostrado al resto del país y al mundo entero que la dignidad humana vive aún y está en sus habitantes más empobrecidos?

La soberbia de Salinas pretendía que los rebeldes zapatistas se doblegaran ante su supuesta benevolencia del “perdón”. No alcanzó a ver que el alzamiento estaba fundado en el reclamo legítimo de derechos y en la clara decisión de poner un alto al olvido histórico, a la violencia permanente con la cual eran tratados los pueblos indígenas; no veía el gobierno salinista que el “¡Ya basta!” del sureste zapatista respondía a la indolencia y a las injusticias que en los diferentes niveles de gobierno se dan contra quienes alzan la voz o reclaman sus derechos. No escucharon en los oscuros pasillos del poder que la voz del levantamiento zapatista era alimentada por la dignidad y la razón. Acogerse al “perdón” ofrecido por el poder, era aceptar que no se tiene el derecho a luchar por justicia, por los derechos todos. Era colocar la lucha social como un delito.

Hace unos días, en un acto de arrepentimiento (supongo que eso trata de expresar), desde un cuarto -al parecer muy humilde-, uno de los narcos históricos de México pidió perdón a la familia de un agente de narcóticos asesinado, a la sociedad mexicana, a los gobiernos de dos países, y pidió que lo dejen en paz porque él “ya pagó su delito”. Quiere vivir en paz con su familia, después de pasar 28 años en la cárcel.

Por otra parte, en un acto gubernamental para la instauración de las leyes secundarias para la ley contra la corrupción, Enrique Peña Nieto pidió perdón por su proceder en la adquisición de una mansión -la llamada Casa Blanca-, pero a diferencia de Caro Quintero, Peña no ha resarcido daño alguno y mucho menos ha pagado -conforme a la ley- el delito cometido.

El acto oficial en Palacio Nacional para la promulgación de las leyes que den sentido a la Ley del Sistema Nacional Anticorrupción, fue el marco que escogió Peña para realizar su discurso de simulación, más empujado por las circunstancias en las que se encuentra su partido y su gobierno, marcado por un alto porcentaje de desaprobación social.

El perdón que pidió Peña, no incluye el haber colocado al frente de la Secretaría de la Función Pública (SFP) a un incondicional suyo para que realizara la investigación sobre la Casa Blanca: Virgilio Andrade, el cual declaró en referencia a su renuncia al frente de la SFP, el pasado 18 de julio: “Con este paso histórico se pretende ir dejando atrás los vicios y los males de la corrupción”. Parece que su declaración era la aceptación de que su nombramiento fue otro acto más de corrupción; sólo le faltó pedir perdón por haber aceptado ser cómplice en todo el entramado de corrupción y encubrimiento. Obviamente, después de su supuesta “investigación”, no encontró motivo alguno para sospechar de tráfico de influencias o cualquier indicio de corrupción en la adquisición de la Casa Blanca, y exoneró totalmente a Enrique Peña y a Angélica Rivera, su esposa.

¿Por qué tendría que haber pedido perdón Peña, si de acuerdo con la investigación oficial no cometió delito alguno? Su petición de perdón deja claro lo que todo mundo ya sabía: sí hubo un delito, sí hubo corrupción y la investigación que lo exoneraba realmente fue una mentira oficial y por lo tanto un encubrimiento, del cual tendría que responder Virgilio Andrade.

Encabeza Peña Nieto uno de los gobiernos más corruptos de los últimos años, al menos del que más información ha salido a la luz. Están ahí los casos de una buena parte de sus colaboradores con fortunas poco o nada explicables. Es el gobierno de Peña uno de los más desastrosos en poco tiempo. Su permanente precampaña para ganar la candidatura de su partido como candidato a la Presidencia y posteriormente la intensa promoción televisiva de su candidatura, no le sirvieron de nada para conducir el país. Las cifras -sobre todo- en el terreno económico, en seguridad y corrupción lo dejan muy claro.

A diferencia de Rafael Caro Quintero, Peña Nieto no ha sido juzgado por el delito (al menos el de la Casa Blanca) que cometió, y tampoco ninguno de sus colaboradores. Su petición de perdón tendría que ser el preámbulo de su renuncia, para empezar. Pero como pintan las cosas, nada sucederá más allá de los chistes a sus costillas.

Continúan el cinismo y las simulaciones dirigiendo las acciones de gobierno: para la lucha magisterial es claro, hasta ahora, en las supuestas reuniones de “diálogo” con Osorio Chong (que hace esfuerzos por mantener una “cara limpia” que le dé ventajas para ser candidato priista a la presidencia en 2018). Parece que el priismo, empezando por Peña y su gabinete, está dispuesto a prometer todo, e incluso a pedir “perdón” para llegar con algo de fuerza y credibilidad a las próximas elecciones presidenciales.

 

La pregunta de los zapatistas, en voz del Subcomandante Marcos, “¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo?”, nunca fue respondida por ningún personaje del gobierno.

Me pregunto, ¿quién quiere perdonar a Peña y demás corruptos del actual gobierno?

        (1) https://www.rompeviento.tv/?p=10818

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