Margensur (Rubén y Nadia: un año de impunidad)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3 / Facebook: Compa Saldaña

Foto1 Justicia Nadia Rubén

 

Rubén y Nadia: un año de impunidad

 

El domingo 31 de julio se cumple un año del asesinato de Rubén Espinosa, Nadia Vera, Alejandra Negrete, Mile Virginia Martín y Yesenia Quiroz. Un año de rabia, indignación y dolor. Rabia por el asesinato que por antonomasia es cobarde; indignación por la estulticia y el cinismo de las autoridades de la Ciudad de México en su investigación “a fondo”; dolor por la ausencia de la mirada profunda, inteligente y generosa de Rubén, quien miraba con ojos y con cámara lo que nadie veía y ni siquiera imaginaba, y dolor por el silencio de la voz ronca de clamar justicia, de escribir con lija y lirios de Nadia, que ponía en palabras lo que muchos no sabíamos, o no nos atrevíamos a decir.

            Más ciegos y más mudos que hace un año, la falta de luz y la ausencia de grito no son suficientes para abandonar la exigencia de justicia porque rabia, indignación y dolor concurren en una furia más profunda, en un pesar todavía más denso: la impunidad. Si algo cala, muerde, lacera, es la impunidad. El asesinato de Rubén y Nadia (y de Mile, Alejandra y Yesenia) sigue impune. La exigencia de justicia es insoslayable por cuanto es la única posibilidad de honrar la vida, la lucha, la alegría, la mirada, la voz y la memoria de Nadia Vera Pérez y Rubén Espinosa Becerril.

            Hay quien opina que es absurdo exigir justicia al Estado, cuando éste es el asesino. Discrepo con ese punto de vista porque si no es ante el Estado (o los tribunales internacionales, pero primero se deben agotar las instancias nacionales) ¿ante quién se exige justicia? El castigo a los asesinos solamente puede ocurrir si no claudicamos en la exigencia de justicia, que es también una reivindicación por la construcción de la memoria.

            Cejar de exigir justicia por el asesinato de Rubén y Nadia significa permitir que la patraña de Miguel Ángel Mancera y el procurador Rodolfo Ríos Garza se convierta en la versión oficial –equivalente a la “verdad histórica”- del asesinato de Rubén y Nadia. Y con ello, el gobernador Javier Duarte quedaría exonerado, sin que la línea de investigación que apunta hacia Veracruz haya sido realmente explorada a profundidad. Aceptar la absurda explicación de Mancera y Ríos Garza significa admitir que la impunidad es más fuerte que nuestra capacidad de lucha, indignación, pensamiento y organización. Significa quedar dos veces ciegos y dos veces mudos: la primera por la pérdida de la mirada de Rubén y por la ausencia de la voz de Nadia, la segunda por el olvido. Y el olvido es la cara oculta de la impunidad.

            La “investigación” de las autoridades de la Ciudad de México está plagada de irregularidades, absurdos, manipulación de evidencias, contrasentidos, filtraciones, yerros, omisiones e inclusive delitos, toda vez que los acusados dijeron que sus declaraciones fueron arrancadas por medio de la tortura. Hasta la fecha, la Procuraduría no ha presentado el arma homicida, tampoco ha podido establecer con rigor la secuencia de las ejecuciones y lo más importante: el móvil de los asesinatos sigue sin conocerse. Se adujo robo, luego se cambió a tráfico de drogas pero aún no ha sido determinado categóricamente el móvil del crimen. Sin móvil y con acusados que declaran haber sido torturados, el crimen permanece impune.

            A la par de las aberraciones de procedimiento cometidas por el personal de la Procuraduría encabezada por Ríos Garza, llama la atención que la hipótesis relacionada con la actividad periodística de Rubén Espinosa ha sido prácticamente desechada, luego de un simulacro de investigación realizada en Veracruz. La línea de investigación indagada en el gobierno veracruzano es ridícula, ofensiva, francamente estúpida. Reproduzco algunas de las preguntas hechas por la Procuraduría capitalina a Javier Duarte:

Pregunta: “¿Considera que actualmente las condiciones son idóneas para ejercer actividades periodísticas en el estado de Veracruz?”

Respuesta: “Sí”.

Otra:

Pregunta: ¿En su gobierno se ha implementado alguna política pública que garantice los derechos humanos de periodistas y reporteros con motivo de sus actividades?

Respuesta: “Sí”.

(Información de Más por Más: http://www.maspormas.com/2016/01/19/caso-narvarte-duarte/). Y así por el estilo la línea de “investigación” seguida en Veracruz: una grotesca simulación.

            No se ha investigado la actividad periodística de Rubén Espinosa en Veracruz, ni se ha dicho una sola línea sobre el acoso y las amenazas sufridas por sus colegas del Colectivo Voz Alterna, del que era fundador e integrante. Nada se ha investigado en torno a las llamadas de amenaza recibidas por un periodista veracruzano la noche anterior al asesinato de la Narvarte. Tampoco se ha indagado absolutamente nada sobre las circunstancias que obligaron a Rubén a irse de Xalapa, ciudad en la que vivía. Nada se ha dicho en torno al que quizás haya sido el último trabajo periodístico de Rubén en la entidad: la cobertura gráfica de la golpiza a los estudiantes de la UV ocurrida el 5 de junio, delito que por cierto sigue impune y que si se esclareciera podría aportar información muy valiosa sobre el exilio obligado de Rubén de Veracruz.

            La madrugada del 5 de junio un comando parapoliciaco o paramilitar perfectamente entrenado, equipado y con el rostro cubierto golpeó salvajemente a ocho estudiantes de la Universidad Veracruzana, aunque quizás sea más adecuado decir siete estudiantes y una infiltrada: quien “puso” a los estudiantes para ser atacados. Luego de la agresión, Rubén Espinosa hizo un registro fotográfico de la vivienda y de los jóvenes lesionados, varios de ellos activistas y amigos suyos.

            Unos días después, el 9 de junio exactamente, la comunidad universitaria de la UV nos movilizamos para exigir cese la represión y justicia por nuestros compañeros y compañeras agredidos. Esa movilización fue ampliamente cubierta por Rubén, desde el inicio en la Unidad de Humanidades hasta la Plaza Regina Martínez y posteriormente en la Rectoría de la Universidad.

            En el mitin en Plaza Regina los empleados del gobierno del estado (Secretaría de Gobierno) no cesaban de tomar fotos a los allí presentes. De allí nos fuimos en marcha a Rectoría, siempre seguidos y rodeados por policías de civil y “orejas”. En la explanada exterior de Rectoría vi a Rubén disparar su cámara para registrar los acontecimientos, en particular, el intento de varios jóvenes para ingresar por la fuerza al edificio A (cosa que lograron). Fue la última vez que vi a Rubén. Un par de días después y ante el acoso policiaco, decidió abandonar el estado de Veracruz para ir a la Ciudad de México, de donde era originario. Poco más de un mes después, fue asesinado junto a Nadia Vera, Mile Virginia Martín, Yesenia Quiroz y Alejandra Negrete.

            Sobre el que quizás fue su último trabajo periodístico en Veracruz, la Procuraduría de la Ciudad de México no ha investigado absolutamente nada.

            Del 31 de julio de 2015 al día de hoy, lunes 25 de julio de 2016, tres periodistas más han sido asesinados en Veracruz: Anabel Flores (8 febrero 2016), Manuel Torres (14 mayo 2016) y Pedro Tamayo, quién tenía medidas cautelares para su protección (20 julio 2016). Es evidente que Javier Duarte de Ochoa es un depredador de periodistas, por lo que la investigación del asesinato de Rubén y Nadia debe, ineludiblemente, dirigirse hacia Veracruz. Una investigación seria, a profundidad, profesional.

            Nos falta la voz de Nadia, la mirada de Rubén. Ante esa ausencia no queda más que unir nuestros ojos y nuestras voces para exigir, sin claudicar, justicia.

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